Se va el primer mes del último trimestre y la agenda política argentina sigue tan enloquecida y disparatada como de costumbre. Nos dirigimos al final del año caminando por una cornisa entre el abismo inflacionario, a un lado, y el abismo cambiario, del otro, como bien lo describió esta semana Martín Redrado, mientras la política, lejos de atender las prioridades y urgencias que tienen mucho que ver con esas profundidades que obstaculizan la economía y que condenan a miles de personas a caer bajo la línea de pobreza, parece más dedicada a sí misma.
Sergio Massa sigue en la casi epopéyica tarea de llegar a fin de año cumpliendo las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional. Empieza a alejarse el ansiado déficit del 2,5% del PBI al ritmo de una inflación que ya se proyecta superior a tres dígitos, al tiempo que se acuerdan paritarias como la que acaba de cerrar Camioneros -107% mas bono de $100 mil y un jugoso adicional por larga distancia-, y las organizaciones sociales presionan por aumentos y nuevos planes sociales -que empiezan acercarse al Salario Mínimo Vital y Móvil o a la Jubilación Mínima-.
Esto último merece un comentario aparte. Mientras aumentan los emolumentos en la ayuda social, y se crean nuevas o se hace permanente algo que se pensó como una contingencia excepcional, aumenta mes a mes la cantidad de personas que se inscribe en la página de ANSES para recibirlas. Y con ello se da la desoladora postal de largas filas de personas convertidas en dependientes del Estado. Nos habíamos acostumbrado a ver las filas de adultos mayores esperando la jubilación, pero ahora lo que vemos es la tristísima imagen de personas jóvenes y saludables que no tienen trabajo -y que, ahora, muchos tampoco estudian-; hasta nos encontramos con basquetbolistas profesionales de la NBA haciendo fila.
Mientras esto sucede, siguen los acostumbrados y escandalosos bloopers de algunos de los protagonistas de reparto de esta tragedia argentina que entretienen a la opinión pública. Como por ejemplo la cómica y encendida disputa entre la ministra de Trabajo, Kelly Olmos, con un imaginario economista invocado por un periodista radial -algo que nos trajo gratos recuerdos de la “bibliografía completa de Sócrates” que había leído Carlos Menem-; o las poco serias acusaciones de Eduardo "Wado" De Pedro basadas en chismes de café que involucran al diputado Gerardo Milman con los supuestos autores intelectuales y materiales del intento de magnicidio fallido contra Cristina Kirchner.
Si algo marcó la agenda esta semana, además de los acuerdos logrados para la aprobación del Presupuesto 2023 -amén de los faltazos que pegaron algunos legisladores que ahora sirven de chivo expiatorio-, fue, sin dudas, la discusión por la conveniencia -o no- de la eliminación de las PASO. Será el tema que ocupará buena parte del camino al año electoral que transitamos.
Si bien ya se venían dando algunos indicios previos, en los últimos días aumentó la presión del kirchnerismo para que Alberto Fernández, de un plumazo, cambie las reglas electorales. La presión alcanzó punto de ebullición tras el encendido discurso de Máximo Kirchner en el 17 de Octubre que fue reforzado, días más tarde, por el ministro del Interior.
El argumento más increíble es aquel que expresa preocupación por el gasto que implica la realización de estos comicios. Nadie cree que el gobierno de los subsidios y los planes platita tenga algún reparo por los gastos políticos. El argumento más insólito, aunque de mayor verosimilitud, indica que ni los gobernadores ni los intendentes -del PJ- quieren primarias porque no les conviene. Esto último confirma que a la agenda política argentina la mueven más los intereses y caprichos de un sector muy acostumbrado a regular las leyes electorales y la vida política de un país según la conveniencia.
Además de esos dos argumentos, hay una serie de razones que circundan la idea de la eliminación de las PASO. Algunos creen que en el Frente de Todos, sabedores de la inminente catástrofe electoral que les deparan unánimemente encuestadores y redes sociales, buscan ganar tiempo para revertir o amortiguar los efectos de la inflación, algo que les permitiría, por lo menos, una derrota digna.
Abona esta teoría el hecho de que todas las esperanzas están puestas en el –quizás- último as bajo la manga que implicaría que EEUU otorgue acceso al gobierno a las listas de cuentas bancarias no declaradas de ciudadanos argentinos. Si esto se da, habría casi 100 mil millones de dólares de donde gravar impuestos atrasados y las correspondientes multas. Algo difícil, pero están las tratativas encaminadas. Sin embargo, difícilmente puedan revertirse o amortiguarse los efectos de la inflación si se siguen homologando acuerdos paritarios por encima de los tres dígitos, o se siguen creando nuevos planes sociales y bonos.
Para los más desconfiados, la eliminación de las PASO es una jugada que busca fragmentar a la oposición. En el Frente de Todos, nos guste o no, las cosas están más que definidas y no harían falta elecciones primarias para definir fórmulas y candidaturas. Se estima que Cristina Kirchner les ganaría por paliza a Alberto Fernández o a Sergio Massa, o a cualquiera que se le ponga enfrente; se habla de una escalofriante paridad de 70/30. Pero Cristina sabe que el2023 está perdido y no quiere ser derrotada por Juntos.
No sucede lo mismo en la oposición donde, en uno de los socios de Juntos por el Cambio, hay un empate entre Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y un Mauricio Macri que sigue jugando al difícil. Y si bien, en el otro socio de la coalición opositora, la UCR, las cosas están más o menos definidas con Gerardo Morales a la cabeza, definir la fórmula presidencial con el PRO es una prioridad ya que, con todo derecho, estiman que les toca encabezar, o al menos compartir y ser partícipes en la distribución de poder. Y para esta definición las PASO serían más que necesarias.
Lo cierto es que el kirchnerismo apura a Alberto Fernández para que use la lapicera, para que Cristine Kirchner use la lapicera, o el dedo, y sea ella, una vez más, la que defina las listas. La pregunta de rigor es si el peronismo estaría dispuesto a confiar en una ex presidente que ha sido pésima en sus elecciones; después de todo, a ella se le deben los Amado Boudou, los Axel Kicillof y hasta los Alberto Fernández.
Alberto Fernández, por ahora, resiste a la presión. Respondió como si fuera un demócrata al exigir respeto por la institucionalidad y los procesos electorales de la democracia. Habrá que ver cuánto le dura la resistencia. Hasta el viernes se oponía, quizás porque aún cree tener chances de reelección o para lograr algún arrebatarle alguna concesión a la jefa. De hecho, en su entorno hay varios que estarían dispuestos a anotarse para una eventual fórmula; Daniel Scioli y Alberto Rodríguez Saa así lo expresaron. Quizás hasta la propia Cristina Kirchner termine por bendecir, otra vez, a Alberto Fernández para que sea el mariscal de la derrota a nivel nacional.
El tema de la eliminación de las PASO tendrá su conclusión, tarde o temprano. Lo cierto es que ya hay un proyecto dando vueltas, lo que nos da la idea de que ya están los números para aprobarlo... o que están cerca. Como vemos, la clase política continúa ensimismada en sus propios dilemas, muy alejada de las necesidades reales de los argentinos, discutiendo imbecilidades y cretinadas.
No sería mala idea eliminar unos comicios que fueron diseñados, en su momento, para servir como herramienta para que el partido gobernante -en ese momento el kirchnerismo- tenga una foto real del mapa electoral para poder realizar ajustes presupuestarios y sintonía fina que permitan dar vuelta resultados adversos. Se tendría que hacer pero no en estas elecciones, sino del 2025 en adelante.