Como ocurre todos los meses al promediar el período, se dieron a conocer los datos de la inflación y con ello se corrió un poco de las primeras planas el tratamiento periodístico en torno al magnicidio fallido, real o simulado, contra la vicepresidente de la nación, dando lugar a que la realidad económica vuelva a ocupar los titulares en la agenda pública argentina.

Ayudaron en esto el regreso del ministro Sergio Massa de los Esfados Unidos y sus repercusiones, a lo que se suma el hecho de que entramos en época de tratamiento del Presupuesto para el año que viene.
Si bien los inverosímiles, y por momentos, cómicos detalles sobre los perpetradores que se van conociendo, y la última función protagonizada casi a final de semana con la reaparición de Cristina Kirchner en el Senado rodeada de curas y monjas en medio de una onda místico-religiosa donde compartió algunas epifanías, ameritarían extender este análisis semanal, sobre todo por los altos índices de incredulidad que expresa gran parte de la opinión pública, este editorial lo dedicaremos a la agenda económica que ha venido algo soslayada últimamente.
A mediados de semana conocimos el número de la inflación de agosto, que fue más alto de lo esperado. Con el 7% anunciado se superaron las expectativas, arrojando un 78,5% interanual, un 56,4% acumulado en lo que va de 2022, con una proyección cierta e inminente que promete romper la barrera de los tres dígitos a fin de año.

Sobre el final de la semana también se conoció el dato de la inflación mayorista -el anterior corresponde al índice minorista- que alcanzó un 8,2% mensual, casi equivalente a la inflación anual de los Estados Unidos, que se ubicó en 8,3%. No se trata de un dato menor o irrelevante, puesto que la inflación mayorista arrastra y condiciona a la inflación minorista del siguiente mes, por lo que en septiembre podemos esperar, casi con absoluta certeza, una mayor inflación tal cual viene sucediendo todos los meses, por efecto de la inercia.
Como consecuencia de la inflación, y a pedido del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central retocó significativamente la tasa de interés, elevándola en unos 550 puntos básicos y estableciendo la tasa nominal en un récord histórico de 75%, lo que implica una tasa efectiva del 107% anual, y con ello los plazos fijos vuelven a generar rendimientos positivos desde noviembre de 2021. Esto será así mientras la inflación se mantenga estable y no se vuelva a disparar, algo altamente improbable en este país; pero por ahora, se trata de algo positivo? ya que se trata de una medida tendiente a incentivar el ahorro en moneda nacional evitando la descapitalización de los bancos.
Hubo movimientos en el mercado cambiario que viene -entre alzas, bajas e intervenciones del Central- tratando de encontrar un piso de equilibrio y competitividad. Esta semana el dólar blue tuvo poco movimiento y cerró prácticamente sin cambios. Donde sí hubo una variación importante fue en los dólares financieros (CCL y MEP), que pegaron un salto de 12 pesos cerrando por encima de los $300. Se habla de que se vendría una modificación en el dólar turista (resultado de la sumatoria de la cotización oficial + impuesto PAIS + adelanto de Ganancias) para establecerlo en una suma cercana al blue (al cierre de esta edición en $277).

No hubo cambios en la crisis de insumos que la semana pasada advirtió la Unión Industrial Argentina (UIA); hay un 70% de empresas que están con serios problemas para conseguirlos y, a propósito de una eventual e inoportuna modificación en el régimen del dólar turista, los industriales señalaron el contrasentido que implica que en el Central estén preocupados en venderle dólares a los que van a viajar a Qatar y no en mejorar las condiciones y la accesibilidad a los que producen, quienes se ven impedidos por un régimen de control de cambios que los tiene atados al dólar oficial por un lado, y por los cepos y restricciones por el otro.
Aun sin devaluación oficial -aunque ocurre a diario, de hecho- el deterioro del valor de los billetes, y consecuentemente de los salarios, es cada vez más ostensible por cuanto empieza a reflejarse en variaciones negativas en el consumo y en la cada vez más vertiginosa caída de franjas poblacionales de la clase media hacia los estratos más bajos. Innegables indicadores de una recesión en ciernes que se traducen en una caída en el humor social, cada vez más fastidiado, y en expectativas muy pesimistas, según recaban unánimemente las encuestas.
En este marco poco alentador, comenzaron a aparecer los datos sobre los que se fundamentará el Presupuesto 2023. Se confirmó, sobre el final de la semana hábil, que se proyecta una expectativa de inflación del orden del 60%, un crecimiento del PBO del 4% y un dólar oficial de $269. Como siempre, se trata de una inflación subestimada que permite la utilización discrecional del excedente nominal de la recaudación, sin rendir cuentas.
Son datos complicadísimos que seguramente van a encontrar mucha resistencia, y no solo en la oposición. De hecho, la Liga de Gobernadores Peronistas ya emitió un comunicado dirigido a Sergio Massa con importantes planteos en torno a las cuestiones de siempre: subsidios a las tarifas de servicios públicos, subsidios al transporte y obra pública.

Prácticamente diciendo que “la de ellos no se toca”, también advirtieron sobre “injerencias externas” (FMI). A estos, se sumaron otros actores, no menos importantes porque actúan de voceros del Instituto Patria, como los sindicatos y Hebe de Bonafini. Justo ahora que Massa volvía de los Estados Unidos con una indisimulada sonrisa por lo que aparentemente fue una exitosa negociación que no parece ser muy bienvenida en casa.
Así las cosas, lo más cercano a un plan económico que tiene el Gobierno Nacional son, por un lado, el Presupuesto, y por el otro, el acuerdo con el FMI que parece seguir sincerándose a cuentagotas conforme van pasando los días. La vida económica argentina es una especie de confinamiento económico que nos trae malos recuerdos de la pandemia: tener todo atado bajo cepos y trabas con las que se obstaculiza la actividad económica, mientras que desde una fiesta clandestina, muy alejada de la realidad de la gente, donde ambos sectores de la grieta parecen encontrar coincidencias para contraer nuevas deudas, aumentar impuestos y “vender humo”, exigiendo sacrificios y obediencia a una población que ya no puede más.