Nos pareció prudente esperar a tener mayores elementos para la elaboración de este editorial, sobre el último suceso que conmocionó al país. Es todo tan reciente y de tal gravedad institucional que se corre el riesgo de decir cosas que no contribuyan a generar ese estado de paz y concordia, tan anhelado y necesario, después de lo que ha sido un intento de atentado sobre la Vicepresidente de la Nación.

Como parte de una reflexión libre, intentaremos analizar los hechos para obtener una perspectiva de lo más objetiva y desprejuiciada posible. Es muy importante conectar episodios, a veces en apariencia desconectados, para tratar de entender los hechos del presente y dilucidar lo que podría ocurrir en el futuro. En esto consiste, básicamente, el análisis político.
Los hechos
Los hechos no son muchos. Alrededor de las 21.15 horas de la noche del jueves, en ese tumulto diario generado por militantes que hacían una especie de vigilia en el domicilio de la señora Kirchner, sito entre Juncal y Uruguay del exclusivísimo barrio de Recoleta, un sujeto portando un arma logró acercarse a centímetros de la Vicepresidente, apuntarle a la cabeza y gatillar sin éxito, dos veces según testigos, antes de terminar reducido y detenido.
Horas más tarde esa misma noche, el Presidente, Alberto Fernández, se dirigió al país por cadena nacional para expresar su repudio, responsabilizar a medios de comunicación, la oposición y funcionarios del Poder Judicial, por lo que denominó “discursos de odio”, y comunicar el decreto de un feriado nacional para el viernes, con el objetivo de facilitar la expresión popular mediante actos y movilizaciones. En la misma línea, el Banco Central dispuso un feriado bancario.
Solo en dos provincias, Jujuy y Mendoza, por decisión de sus gobernantes, la actividad fue normal, excepto en la atención bancaria y de los entes nacionales con asiento en dichos distritos. También hubo marchas y movilizaciones, como en el resto del país, que sí se plegó a este feriado, que fue abrazado por las facciones más ideologizadas del kirchnerismo. Para el resto, solo fue un inesperado, aunque bienvenido, inicio de fin de semana largo.
Los detalles
Son muchos los detalles que hacen de este episodio algo más que llamativo. Sucedió en el domicilio de la expresidente, lugar recientemente declarado como “santuario” por la dirigencia y la militancia kirchnerista. El hecho de que no se produjo el disparo es hasta interpretado como “un milagro”. Estos ribetes místicos, casi religiosos, terminaron condimentando con cierta irracionalidad a un contexto de verborragia bélica que aludía a una “guerra contra los jueces y periodistas”, y de delirantes nociones conspirativas como ataques a la democracia” y la clásica “persecución y proscripción al peronismo”, con la omnipresente y peligrosa consigna de “si la tocan a Cristina, qué kilombo se va a armar”.

Pero no se necesitó que se “toque a Cristina”. Era algo que venía gestándose desde antes del pedido de condena pronunciado por los fiscales federales Diego Luciani y Sergio Mola como conclusión de sus alegatos en la Causa Vialidad. Abundaron los dictámenes de los “especialistas en lo que hubiera sido”, que sindicaron al vallado dispuesto por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como el motivo de la discordia. “Si no hubieran dispuesto el vallado”, sentencian en discrepancia los opinólogos.
El hecho pone en evidencia las serias deficiencias en el operativo de seguridad en torno a una autoridad nacional que se conducía como una celebridad del espectáculo en medio de fanáticos, firmando autógrafos, aun después de producido el atentado. Es por esta circunstancia que quedó en el ojo de la tormenta la custodia de la señora Kirchner y el papel que cumplió -más bien, que no cumplió-. Según trascendió, la fuerza superaría el centenar de efectivos, triplicando a la que le fue asignada a Amado Boudou cuando estaba en funciones y a la actual dotación que protege al ex presidente Mauricio Macri.
El perfil del autor del atentado
En cuanto al autor del intento de atentado, se llama Fernando Sabag Montiel, un hombre de 35 años oriundo de Brasil que pasó la mayor parte de su vida en la Argentina, conocido entre sus allegados como Tedy. Permanece detenido en una unidad de la policía federal luego del episodio.
Se trataría de un sujeto algo extraviado, seguidor de portales de grupos radicalizados y estrafalarios, con tatuajes de temática nazi-esotérica en el cuerpo. Fue protagonista de apariciones algunos canales de televisión, en las que expresó polémicos comentarios con respecto a “los planeros” y críticas al Gobierno, lo que denota cierto afán de notoriedad.
El hecho pone en evidencia las serias deficiencias en el operativo de seguridad en torno a una autoridad nacional
El arma incautada, con la que apuntó y gatilló a la vicepresidente, se trata de una Bersa calibre 380. Hay versiones disimiles sobre la cantidad de balas en el cargador: se habló de que contenía cinco balas y también de un cargador lleno con quince. Tras el allanamiento efectuado en su domicilio se secuestraron 100.
Fue protagonista de apariciones algunos canales de televisión, en las que expresó polémicos comentarios con respecto a “los planeros” y críticas al Gobierno, lo que denota cierto afán de notoriedad.
Interviene en la causa la jueza federal María Eugenia Capuchetti, quien quedó a cargo del Juzgado Nacional y Correcional N° 5 -que dejó vacante el fallecido Norberto Oyarbyde- y quien firmó el sobreseimiento de Cristóbal López y Fabián De Sousa en la Causa Indalo. El fiscal a cargo es Carlos Rívolo, un funcionario no muy estimado por el kirchnerismo tras su paso por las Causas IBM-Banco Nación, Tragedia de LAPA y Ciccone. Rívolo está siendo subrogando por el fiscal Eduardo Taiano, quien investigó la Causa del Dólar Futuro.
Las repercusiones
Tras el suceso, hubo todo tipo de comentarios al respecto. El arco político en general repudió el hecho, haciendo llamados a la convivencia pacífica, con preocupación. Hubo una respuesta bastante formal, institucional y protocolar de parte de la oposición, lamentando el episodio, pidiendo expedita aclaración y expresando solidaridad.
Entre los referentes del oficialismo y sectores ligados, la respuesta fue más apasionada, llegando incluso -podría interpretarse- a echar más leña al fuego. El propio discurso del Presidente fue bastante incendiario. La determinación de un feriado nacional para que el pueblo pueda expresarse en las calles pareció algo inapropiado y muy alejado de cualquier noción de sensatez, cordura y dialogo deseables por estas horas.
El arco político en general repudió el hecho, haciendo llamados a la convivencia pacífica, con preocupación.
Ya en los días previos al suceso se registraba un virulento proceso de hostigamiento, desplegado públicamente por un kirchnerismo que venía expresándose con extrema violencia verbal. Se habló de “muertos” (Juliana Di Tulio y Máximo Kirchner), de “clima de guerra civil” (Eugenio Zaffaroni), de “guerras y batallas” (Luis D´Elia), de “sangre y saqueos en las calles” (Juan Grabois)… una terminología bastante bélica y muy alejada del supuesto “amor peronista” que, en contraposición al "odio opositor”, aseguran fomentar.
Una escalada verbal furibunda de algo que no había sucedido y que difícilmente podría interpretarse de otra manera que de una campaña planificada, para generar un clima enrarecido como respuesta a las investigaciones de la Justicia sobre la matriz de corrupción.
En los principales medios de comunicación se le dio el tratamiento periodístico correspondiente, llegando a hablar de “magnicidio”, figura que no existe en el Código Penal. Sin embargo, en los medios oficialistas se comenzó a instalar la idea de “un ataque a la democracia”, inspirado en “discursos de odio generados por medios de prensa, la oposición y sectores del Poder Judicial”, en sintonía con el dislate presidencial.
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En las redes sociales la historia es otra. Predeciblemente en los medios afines al Gobierno predominan los comentarios en sintonía con el relato del “ataque a la democracia”, en los medios independientes es abrumadora la cantidad de seguidores o usuarios que aseguran creer que se trata de una operación de prensa, un “circo mediático de victimización o una bomba de humo para tapar el ajuste y el tarifazo”, que por estas horas pasa bastante desapercibido y ausente de los principales titulares, hoy acaparados por el reciente atentado.
Hubo hasta cierto tufo a policía política o de pensamiento, ya que existieron desde publicaciones bastante críticas contra el tratamiento periodístico que se dio en algunos medios, hasta reproches a algunos referentes o dirigentes que prefirieron el silencio.
¿Y ahora?
En la previa del atentado, la historia inició con el dictamen de los fiscales en la Causa Vialidad, momento a partir del cual comenzó una serie de acontecimientos bastante particulares, pero concatenados, como fue la contestación y el descargo Cristina Kirchner desde el Senado, en el que pareció intentar una risible defensa con infantiles argumentos y señalamientos de los que no se salvó ni su difunto esposo, y la posterior, lamentable y bochornosa intervención televisiva de Alberto Fernández en la que sugirió que esperaba que el fiscal Luciani “no se suicide como Nisman”.
Desde este punto, la situación fue escalando día a día, sazonada, al parecer, con la extraviada noción de que para mantener cierta centralidad hacía falta alimentar la hoguera. Y cada día fueron sucediendo y se fueron diciendo cosas cada vez peores.
Y a partir del atentado, ha quedado explícita la estrategia del kirchnerismo duro de aprovechar esta tragedia institucional para redoblar la embestida contra la Justicia independiente, los medios y la oposición, alimentando la delirante teoría de que “hay un ataque al peronismo” a partir de las investigaciones judiciales sobre los casos de corrupción.

La sumatoria de estos elementos sugiere que, a partir de ahora, algo va a ocurrir. Más allá de las proyecciones que podríamos elucubrar, parece que se está profundizando la grieta en un escenario donde las minorías más radicalizadas van a encontrar el caldo de cultivo perfecto para promocionar sus agendas.
¿Qué es lo que hay detrás de este supuestamente bienintencionado señalamiento contra el odio? ¿La oposición debería dejar de oponerse, el periodismo debería dejar de opinar, la justicia debería dejar de investigar la corrupción? ¿Debemos agachar la cabeza, o mirar para otro lado, y dejar pasar cualquier cosa antes de ser sindicados como “odiadores”? Este parece ser el concepto que se instalará lamentablemente, muy peligroso que en aras de la concordia y la convivencia busca inhibir el normal funcionamiento de las instituciones y silenciar cualquier disenso.
De la generalización de “los odiadores” bajo el molde del autor del atentado, prima facie “un loquito con tatuajes nazi-esotéricos que no está de acuerdo con las políticas sociales”, a la tipificación penal del “odio” o de los “discursos de odio”" -uno de los típicos recursos de los autócratas y de los regímenes totalitarios, como el chavista o el cubano, para acallar y perseguir periodistas, intelectuales, opositores-, hay un camino muy corto. Hay que tener mucho cuidado.