Comienza el año electoral
Comienza el 2023 y entramos de lleno en un año electoral, aunque todavía algo lejos de la recta final. Los acontecimientos de la agenda pública argentina parecen marcar un fin de ciclo y el nacimiento de una nueva era para nuestro país.
Cerramos un año que fue tenso hasta los últimos momentos, con un diciembre que dejó la primera condena por corrupción a Cristina Fernández de Kirchner, la obtención de la tercera Copa FIFA, y un clima inédito de crisis entre los poderes del Estado por el desacato del Gobierno Nacional a dar cumplimiento a una resolución de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que hizo lugar a una medida cautelar interpuesta por la Ciudad de Buenos Aires por la coparticipación.
Esto último sin dudas marca el inicio del año electoral, con un serio escollo para el equipo económico que esperaba la aprobación en el congreso de un paquete de leyes solicitadas por Sergio Massa y su equipo.
Muy lejos quedaron los consensos necesarios para aprobar este paquete. Mucho menos eco encontrará el Gobierno Nacional en el ámbito parlamentario luego de expresar su intención de iniciar juicio político contra el presidente del máximo tribunal de justicia, hecho que volverá a enviar señales negativas a los mercados por estar en presencia de un gobierno totalmente debilitado y acabado antes de terminar mandato. Al quedar expuesta esta debilidad, el Gobierno prácticamente estaría firmando su acta de defunción.
El Gobierno Nacional ha optado por un cumplimiento parcial de la resolución de la Corte al ofrecer pagar la coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires con bonos del Tesoro. Pero la ciudad entiende que, con dicha actitud, el Gobierno sigue recalcitrante en su rebeldía o desacato porque el pago debe efectivizarse en efectivo constante sonante. Es el criterio ampliamente aceptado por los especialistas.

Este desacato, por momentos, parece aunar los respaldos al presidente, al menos de parte de los gobernadores que, en la semana que pasó, se encolumnaron detrás del primer mandatario firmando un documento y realizando sus propias presentaciones ante la Corte.
Pero llama la atención la reciente renuncia de algunos funcionarios de segunda línea muy identificados con la vicepresidente, como es el caso de Victoria Donda, lo que indica que la crisis interna se va profundizando.
Los sectores que se referencian con Cristina Kirchner presionan para que Alberto Fernández solicite el juicio político a la Corte; quieren organizar marchas en contra de los principales magistrados, sobre todo de los que llevan causas contra la ex presidente y funcionarios kirchneristas.
Este marco hostil entre las facciones del gobierno, y el enfrentamiento con la oposición, hacen peligrar las sesiones en el Congreso donde se iban a tratar en extraordinarias un paquete de leyes importantes muy necesarias para el equipo económico.
En lo económico, el año cierra con un dólar a $350, números que caen dentro de los vaticinios del año pasado que proyectaban una divisa norteamericana en el rango de los $350 y $400.

Lo significativo es que en 3 años de gobierno de Alberto Fernández, frente a la cotización paralela, que es la cotización real, el peso argentino se ha devaluado casi un 500%. Alberto Fernández comenzó su gestión con un dólar a $70, habrá que ver en cuanto termina el 10 de diciembre de 2023.
El fenómeno tiene que ver con con el establecimiento de un perverso sistema de control de cambios, cepos a las importaciones y exportaciones, y la emisión monetaria como operatoria que han elegido los sucesivos gobiernos para cubrir el déficit y financiar políticas sociales que han jugado un rol crucial en la decadencia y subdesarrollo que vivimos.
Si bien es cierto que el gobierno debió atender los efectos de la pandemia, también es cierto que muchas de las medidas económico-sociales de emergencia se terminaron haciendo permanentes, tal como ocurrió con los planes sociales. Hemos llegado a un punto en el que, según números del propio gobierno, hay 22 millones de beneficiarios de planes sociales y un 45% debajo de la línea de pobreza.
Y si bien la pandemia aun no terminó, el mundo se está recuperando de los nocivos efectos, como la inflación, generados por la desmedida e irresponsable emisión monetaria a la que muchos recurrieron para hacer frente a las restricciones sanitarias. Solo en Argentina el problema continúa agravándose.
Con este panorama de pobreza y devaluación, de crisis política y decadencia generalizada, se le hará muy cuesta arriba el año electoral al Gobierno, donde algunos ilusos mantienen esperanza en algún milagro salvador, mientras los más sensatos se van preparando para que la derrota sea lo más digna posible.
El "renunciamiento" de Cristina Kirchner tiene mucho que ver con esto. No es verdad que esté proscripta judicialmente como asegura porque, si bien pesa sobre ella una condena a 6 años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos, las particularidades de nuestro sistema legal vigente hacen que esa condena no sea "firme"; para que lo sea deberá pasar por varias instancias, periplo que puede durar muchísimos años
Cristina Kirchner está perfectamente habilitada para ser candidata este año, solo que no quiere hacerlo porque, por un lado, ella está en la liga presidencial y no está para cargos menores. Pero por otro lado, ella no quiere ser la mariscal de la inminente derrota.

Hay todo un operativo clamor para que sea la candidata, y ella parece disfrutarlo. Pero sabe muy bien que el caudal electoral del 2019 se ha evaporado y solo le queda un núcleo duro cada vez más escueto. Los actos vacíos de público son un síntoma.
La serie de síntomas parecen indicar que estamos viviendo el ocaso de una forma de hacer política. Seguramente ese grupúsculo va a resistir su inminente desaparición.
Para finalizar este primer editorial del 2023, esperamos que este año vuelva a encontrar a los argentinos unidos sobre todo después de las elecciones.
Que el nuevo gobierno que surja de la voluntad popular sea el que de una buena vez termine por recuperar la cultura de trabajo, la paz, y el orden. Que sea el gobierno que tienda puentes para superar la grieta que tanto daño y dolor ha causado. En Jujuy tenemos un gobernador con experiencia en esto. No solo logró esos tres objetivos, sino que está preparando a la provincia para un futuro brillante. Por eso es "el norte a seguir".
Por supuesto que las diferencias nunca van a desaparecer. Las diferencias son saludables siempre y cuando surjan ideas superadoras de la dialéctica que las enfrenta. Una vida política sin diferencias sería lo más cercano a un Estado totalitario.
Lo que no es saludable es que las diferencias sean tan insalvables que motiven a algunas personas a cometer actos de violencia, o a actuar con irracionalidad, tal como ha ocurrido este último fin de semana cuando un fanático decidió esputar su fanatismo y cobardía sobre una niña inocente.

Sería muy bueno que, a partir de los resultados de estas elecciones a las que nos encaminamos, todos los argentinos se pongan la camiseta, como hicimos hace no muchos días, y empujemos todos hacia el mismo lado. Y que los fanatismos sean cosa del pasado.