Calmado el "terremoto" que produjo la sorpresiva dimisión de Martín Guzmán a la cartera de Economía nacional, comenzaron a sentirse las réplicas en las esferas políticas y económicas del país.

El debut de la ex ministra de Economía bonaerense, que se desempeñó en ese cargo durante la gestión de Daniel Scioli, Silvina Batakis, se dio con algunos tropiezos que se vieron exacerbados por las definiciones pronunciadas por la misma funcionaria, como valorar a la figura de José Bel Gelbard como "el mejor ministro de Economía de la historia", asegurar que ", y anunciar un Salario Básico Universal.
A las declaraciones de quien dejó a la provincia de Buenos Aires en una situación tan frágil que no se podía hacer frente a los aguinaldos tras su paso por la cartera bonaerense, y en un contexto de incertidumbre, los mercados respondieron implacables aunque, también, de forma previsible.
La readecuación del precio de los distintos dólares que tenemos en el país son un clarísimo síntoma de una devaluación mal disimulada en el orden del 25%. Quien el mes pasado ganaba un equivalente a 1.000 dólares, al cambio blue de hoy su sueldo sería de 750.
La turbulencia se extendió durante toda la primera semana de Batakis en su nuevo rol como titular del Palacio de Hacienda. Así fue que la semana cerró con el dólar contado con liquidación (CCL) a casi 300 pesos; mientras que el dólar bolsa rozaba casi los 280. La brecha entre el oficial y los legales ya supera el 130%. En tanto, con el blue sigue arriba del 100%. En este último mercado paralelo, se da la particularidad de que, como en otros rubros, no hay precios de referencia.

Si bien la semana cerró con una cotización entre 263 y 273 pesos, el billete verde no se consigue si lo que se quiere es comprarlo físico. Los cambistas están tomando precios previos a la disparada, es decir, a un promedio de 230, pero no quieren vender... y si venden, lo hacen arriba de 290.
"Tómalo o déjalo", te dicen, aprovechando la situación de aquellos que tienen que vender de emergencia o los desesperados que buscan resguardar el poder adquisitivo antes de que se siga evaporando, con un jugoso spread que supera los 10 pesos que indican las pizarras.
La falta de precios de referencia se hace extensivo a muchos rubros, por la incertidumbre del costo de reposición. En ese sentido, ya escasean insumos médicos y medicamentos, y no faltan los vaticinios de desabastecimientos en el futuro de corto y mediano plazo en bienes de primera necesidad, como trascendió que sucedería con el café (la industria asegura que tienen stock para solo 45 días), el alimento para mascotas (ocurre una situación similar) y el papel higiénico (que provocó que las góndolas de los principales supermercados se vaciaran, tras la gente que salió a comprar rápidamente). La situación se replica en autos, repuestos y neumáticos.
La devaluación se hace sentir como consecuencia de una sobreimpresión increscendo de pesos. A las partidas del "Plan Platita" de las pasadas elecciones legislativas y las nuevas dádivas populistas nacidas en la pandemia, se suma una vertiginosa e irresponsable impresión de efectivo.
Solo en junio se imprimieron 1.300 billones de pesos y actualmente la inyección diaria de efectivo ronda los 300.000 millones diarios.
Solo en junio se imprimieron 1.300 billones de pesos y actualmente la inyección diaria de efectivo ronda los 300.000 millones diarios. A esta impresión desmesurada se agrega el retiro anticipado y la no renovación de los inversores de bonos con CER, lo que suman unos 15.000 millones diarios que se esfuman junto a otro tanto de los intereses de las LELIQs y los adelantos que el Banco Central tiene que hacer al Tesoro.
En este sombrío escenario, y ante una inflación de julio acelerada -proyectada superior al 6% y prevista por los más pesimistas por encima del 7% (el dato se conocerá esta semana), con mucha preocupación la Unión Industria Argentina (UIA) emitió un funesto diagnóstico ante la falta de dólares y las restricciones a las importaciones, que afectan severamente a las empresas.
Encarnizada interna oficialista
El clima de incertidumbre se profundiza por las señales que vienen de la política. Hubo rumores de una renuncia anticipada de Alberto Fernández, versión que fue inmediatamente descartada como una fake new, aunque no se logró evitar que el tema quede instalado.
En las redes, incluso se han hecho paralelismos entre Alberto Fernández y Boris Johnson: el ex primer ministro inglés, que dejó su cargo la semana pasada, al que le renunciaron todos los secretarios y colaboradores, aunque por circunstancias diferentes a las locales; y el Presidente argentino a quien, de a poco, le han ido comiendo las principales piezas de su tablero, dejándolo muy debilitado y en una situación cada vez más aislada.

Mucha especulación sobrevino a lo que fue la cena en Olivos entre Alberto, Cristina y Sergio Massa. A su vez, Hubo gran expectativa de lo que pudo haber llegado a suceder en los actos patrios en los que debían volver a hablar Cristina y Alberto, con motivo de la conmemoración del Día de la Independencia del 9 de julio. Se esperaba una nueva embestida contra los pocos peones que le quedan al Presidente.
En tanto, los infalibles analistas políticos se apresuraron a ubicar a la flamante ministra de Economía, Silvina Batakis, entre las filas camporistas. No faltaron quienes señalaron que fue impuesta por la Vicepresidente ni los que la elevaron hasta la categoría de ser una de las ideólogas del Instituto Patria.
La propia agrupación kirchnerista se encargó de despegarse de Batakis en cuanto se supo que su primer reunión (más bien su primer contacto de envergadura tras asumir) fue con Kristalina Georgieva, a quien aseguró la continuidad y el apego al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que tanto le había costado a su predecesor. La noticia no parece haberle caído muy bien a Cristina Kirchner, que tiene otra idea diametralmente opuesta.