Luego de que se le denegara el pedido de ampliar su declaración indagatoria en la Causa Vialidad, por improcedente y extemporánea, la expresidente realizó un extenso descargo mediante una histérica y estridente diatriba que podría resumirse en un "ah, pero Macri" y un "ah, pero los amigos de Macri".

Lejos de demostrar su inocencia o de refutar las severas y contundentes acusaciones en su contra, Cristina Fernández de Kirchner volvió a tomar por asalto la cadena nacional para intentar desacreditar tanto al alegato de los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola, calificándolo como “un guion”, como también al proceso en sí mismo, asegurando que la sentencia ya está “escrita”, además de cuestionar las resoluciones del tribunal que denegó su ridícula petición de televisación de las audiencias y la ampliación de indagatoria, acusándolo de obstaculizar su derecho a la defensa en juicio.
En su locuaz y entretenido descargo, Cristina Kirchner aseguró que existe una “feroz campaña política y mediática” en su contra, apuntando contra Javier Iguacel, ex director de Vialidad Nacional durante la gestión de Cambiemos e impulsor de la denuncia que dio inicio a la causa, trayendo a su defensa una supuesta declaración de Leandro Martín García, ex interventor de Vialidad en Santa Cruz, designado por el funcionario macrista. “No encontré ninguna situación anómala”, habría dicho García, según la vicepresidente.
El descargo de Cristina
Atacando el fundamento de la causa, aseveró “el juicio comienza con esta construcción, con esta ficción de rutas no hechas, sobreprecios”, e intentando descartar las denuncias, criticó, “no eran acusaciones, era un guion, falso y bastante malo”. En esta línea, justificó la cuestionada redeterminación de precios en un decreto del gobierno anterior al de su fallecido marido: “Hay un decreto de la época de Duhalde, no del kirchnerismo que así lo preveía; es el 1295”, y sin citar puntualmente a alguien, argumentó: “Nadie sabe de dónde sacaron esas cifras; hay testigos que dicen que no hubo sobreprecios”.
Tratando de desviar el foco de atención hacia la oposición, colectivo al que sindica como co-responsable de la insólita teoría de la conspiración del Lawfare que tanto se esfuerza por instalar, Cristina Fernández desafió: “Ustedes, huyen. Nosotros, cuando nos persiguen, nos quedamos acá, en la Argentina”, intentando trazar un contraste entre ella y la figura del ex asesor de Macri, Fabián Rodríguez Simón, a quien apunta como “el jefe de la mesa judicial del macrismo”, quien se encuentra prófugo en Uruguay con pedido internacional de captura.
Procuró desvincularse del intercambio de WhatsApp entre su ex secretario de Obra Pública, José López, con algunos de los empresarios involucrados donde es mencionada por el ex funcionario tristemente célebre por ser atrapado in fraganti arrojando bolsos con dólares a un convento de Luján.
Aquí apuntó contra Nicolás Caputo, un empresario amigo del ex presidente Macri, con quien José López también mantuvo contactos vía redes sociales. También mencionó a Ángelo Calcaterra, empresario y primo del ex presidente; a Eduardo Gutiérrez, empresario del grupo Farallón; y a Juan Chediack, de la Cámara Argentina de la Construcción, buscando probar la existencia de “cierta familiaridad” entre el ex funcionario kirchnerista con empresarios y personas allegadas al ex presidente, “algo que no les llamó la atención a los fiscales y a los jueces del tribunal”. Asimismo cuestionó que esta “cotidianidad de comunicaciones” tampoco haya llamado la atención de los fiscales encargados de la seria acusación en su contra.

Insólitamente, Cristina se quejó de la falta de mayor profundidad o empeño en la investigación sobre el origen del dinero de los bolsones de José López, sugiriendo, sin aportar alguna prueba de sus temerarias afirmaciones, que el dinero pertenecía a sus rivales políticos, “había que ver de dónde venían los 9 millones de dólares”.
¿Cómo investigaron esto? “Yo me enteré de esto cuando los fiscales metieron esto en la causa entre gallos y medianoches”, cuestionó, y aseguró: “Pararon de tirar el ovillo, cuando aparecieron ellos, los macristas, los nueve millones de López eran de ellos: cuando el fiscal dice cuando uno aprieta sale pus; tiene razón fiscal Luciani, la pus de ustedes los macristas”. Terminada la parte de “patear la pelota hacia el campo rival”, continuando en su descargo, reavivó la teoría de la conspiración del Lawfare. “Ya no están los militares, está el partido judicial. Acá van un paso más allá: se protege a los que roban en el país”, acusó.
Acto seguido, haciendo una especie de apología de su mandato, enumerando hitos de su gestión, consideró sobre la condena solicitada que el fiscal pide 12 años por, según ella, los mejores 12 años de los argentinos. “Por eso, me van a estigmatizar y me van a condenar”. Y remató, sin demostrar ningún arrepentimiento: “Si naciera 20 veces, 20 veces haría lo mismo”.
Remató, sin demostrar ningún arrepentimiento: “Si naciera 20 veces, 20 veces haría lo mismo”.
Concluyendo la altisonante filípica, insistió en que la condena solicitada en su contra es una especie de “disciplina a la clase política; no es un juicio a Cristina Kirchner, es un juicio al peronismo: es contra los que peleamos por las jubilaciones, el salario, la obra pública”, tratando de hilvanar una especie de asimetría con lo que sucede con sus adversarios políticos, “del 19 para acá nos enteramos de todas las visitas de Casación a Macri. También lo de esta Corte, que hizo todo a menú del tribunal oral”.
Y finalizó con una preocupante arenga: “Se los dije una vez antes de irme como presidenta. No vienen por mí, vienen por ustedes. Por los salarios, por los derechos de los trabajadores, de los jubilados, del endeudamiento. Y vinieron por eso y por eso hoy todavía estamos pagando las consecuencias”.
Desde el balcón
Minutos después, la ex presdidente salió al balcón a saludar a una magra manifestación de menos de 1.000 militantes que se dieron cita en el Congreso para expresar apoyo. Si bien no fue como con las multitudes de otros tiempos, arreadas como ganado en micros para llenar plazas, Cristina pudo darse un exiguo y humilde, pero ansiado, baño de popularidad. Y hasta bailó al son de la marcha peronista que le cantaron.
Si bien el operativo clamor ya se venía gestando desde hace días, con pintadas intimidatorias en las calles o con violentos mensajes por redes sociales por parte del kirchnerismo más fundamentalista, en las últimas referentes no tan radicalizados del peronismo parecen haber cerrado filas en torno a la vicepresidente, y salieron finalmente en su defensa luego de guardar silencio prudentemente durante algún tiempo.
Cristina pudo darse un exiguo y humilde, pero ansiado, baño de popularidad.
Más prudente sería que el mensaje de esta dirigencia peronista, que se precia de cierta racionalidad, haga un llamado al respeto a las instituciones, en vez de echar leña al fuego cuestionando el accionar de la Justicia o poniendo en duda el proceso al plegarse a la risible y ridícula teoría de la conspiración del Lawfare “como arma política contra los gobiernos populares”.
Más allá de las simpatías que la ex presidente pueda despertar en personajes como el Indio Solari, quien expresó su apoyo vía redes sociales, preocupan los rumores de paros de la CGT y las desafiantes actitudes que expresaron referentes de la coalición gobernante, principalmente su hijo, Máximo Kirchner, quien publicó: “Cristina lo dejó claro. #TodosConElla”, en sintonía con otros, como el actor Pablo Echarri, que advirtió que si la tocan a Cristina, “qué kilombo se va a armar”. Si así se ponen cuando aún faltan etapas procesales por cumplir, ¿cómo se pondrán cuando sea el momento de escuchar la sentencia?
Está claro que para la parcialidad que profesa cierto fanatismo por la figura de la ex presidente, ninguna evidencia será suficiente para acreditar la responsabilidad de la ex mandataria sobre los graves hechos de corrupción de los que se la acusa. Y este es un dato preocupante ya que el tenor del descargo, más allá de no refutar las acusaciones o de demostrar la inocencia, parece pensado para generar un clima de hostilidad y conflictividad idóneo como para que Cristina Fernández de Kirchner tenga su propio 17 de Octubre.