Es posible ponernos creativos con alguna novela o con las reediciones de programas de televisión o películas, pero los libros de historia no deberían estar abiertos al fan fiction. Cómo enseñamos historia en estos días se ha vuelto algo controvertido sobre todo desde que el autoproclamado revisionismo comenzó a cuestionar aquella vieja regla de que la historia la escriben los vencedores y que es subjetiva. No en vano Napoleón Bonaparte dijo alguna vez que "la Historia es una fábula con la que todos estamos de acuerdo".
Por Gabriel Gutiérrez
El revisionismo histórico, si bien es una rama muy útil de esta disciplina, podría ser llamado también "presentismo", que es básicamente a lo que muchos de sus expositores de han dedicado: a juzgar hechos del pasado con estándares del presente y a señalar que personas y pueblos de hace 100, 500 o 1000 años atrás debieron haber sabido y hacerlo mejor. Es una postura bastante absurda. Es como si un adulto de 50 años se enojase consigo mismo por no haber sabido a los 10 años las cosas que sabe hoy.
Todos tenemos momentos del pasado que nos avergüenzan o que motivan arrepentimiento. Nos reprochamos desde cosas triviales hasta cosas graves. Pero en el fondo sabemos que son cosas que no se pueden cambiar y que las malas decisiones las tomamos porque aún no habíamos crecido o madurado hasta convertirnos en quienes hoy somos. Aplicando esto a la Historia de la Humanidad, encontraremos una larga colección de eventos que han sido grandiosos y memorables, y otros bastante oscuros y para el olvido.
En estos días cuando se habla de esclavitud, se tiende a creer que fue una práctica única y exclusiva de los europeos inventada tras la Conquista de América. La Torah y el Código de Hamurabi, que no nacieron precisamente en Roma o en Londres, tienen minuciosos y sendos capítulos dedicados a esta institución; la Santa Biblia, que todavía se sigue leyendo y reverenciando como la Palabra de Dios hasta el día de hoy, es prácticamente un manual del usuario para dueños de esclavos.
Cualquiera que podía pagarlo tenía uno o más esclavos. Aún “personas de color” practicaron la esclavitud. El término “trata de blancas” se refiere al secuestro y posterior venta de mujeres de origen europeo en el Oriente Otomano donde eran muy apreciadas. La esclavitud fue practicada universalmente por los antiguos romanos, griegos, egipcios, sumerios, árabes, y de allí pasó a civilizaciones posteriores hasta la época colonial. Los esclavos que llegaron a América provenientes de África, fueron cazados y esclavizados primero por otros africanos que luego se los vendían a ingleses o portugueses. Lo que nos confirma que, a lo largo de gran parte de la Historia, la esclavitud fue una regla y no una excepción, y que la capacidad para la crueldad no es algo exclusivamente europeo sino que es inherente a toda la Humanidad.
El "presentismo" es una forma de congratularse a sí mismo por ser mejores que Julio César, o George Washington, o Hernán Cortéz, o Julio Argentino Roca, por "tener empatía", por tener amigos gays y por no tener esclavos o conquistar pueblos. A los "presentistas" no se les ocurre pensar que si estos personajes vivieran hoy tal vez tendrían valores modernos, pero si se les ocurren ridículas nociones como que el Patriarcado y los prejuicios de género fueron traídos por los colonizadores europeos, y que fueron forzados sobre los habitantes precolombinos a quienes les impusieron que debían tener baños separados por sexo, y que acabaron con un mundo ideal y perfecto de diversidad y socialismo naturales.
Vivimos días en los que parece que la verdad debe disculparse con el relato o la narrativa políticamente correcta. Los "progres" parecen tener una mágica máquina moral del tiempo que les permite juzgar a individuos o pueblos del pasado contra lo que imaginan que ellos hubieran hecho de haber ocupado sus lugares y circunstancias... y así juzgan a personajes como Cristóbal Colón imaginándose cómo ellos hubieran actuado en 1492, y siempre tienen las de ganar.
Cristóbal Colón fue hasta donde nadie de su época se animó a ir; vio cosas que pocos en su época lograron ver, y descubrió un nuevo mundo. Más allá de la absurda controversia sobre si los vikingos llegaron primero, o si no es correcto hablar de descubrimiento de un lugar habitado, lo cierto es que su viaje descubrió una importante parte del mundo cuya existencia se ignoraba, y durante siglos fue celebrado y admirado como un héroe por ello. Pero hoy se ha puesto de moda deplorarlo como el destructor del paraíso... como un esclavista y un genocida.
La verdad histórica es complicada, especialmente cuando hay que remontarse 5 siglos en el pasado para encontrarla. ¿Ha cometido atrocidades y crueldades, Cristóbal Colón? Por supuesto que sí, pero las personas y los pueblos de hace 500 años eran general y mayoritariamente atroces y crueles. Veamos algunos hechos destacables a tener en cuenta al juzgar el pasado. Nació en 1451 en la ciudad portuaria de Génova en un tiempo en el que el nacimiento normalmente determinaba el destino; su padre era un tejedor de clase media que esperaba que su hijo continuara con el negocio familiar, pero Cristóbal tenía otros planes en ese amanecer de la Era del Descubrimiento, cuando el futuro pertenecía a los valientes y a los audaces que se embarcaban en peligrosas misiones y expediciones por mar.
Para cuando cumplió 30 años, Colón ya había viajado a Islandia, Irlanda y África. En algún punto de estos viajes entró en contacto y se obsesionó con la idea de que había alguna ruta marítima para unir Europa con la India viajando hacia el Oeste pero que, por supersticiones religiosas de tierras planas y monstruos que infestaban los océanos, no se había descubierto aún o permanecía oculta. Preparó una especie de Power Point, versión del Siglo XV, para presentar un plan al rey de Portugal -una de las potencias navales de la época-. Pero Juan II, siguiendo los consejos de sus expertos lo rechazó. "No puede hacerse", "es pura especulación", y "es imposible", sentenciaron estos expertos.
Así que el tejedor devenido en marino llevó sus planes a los reyes de Castilla y Aragón, Fernando e Isabel, quienes al principio tampoco estuvieron muy entusiasmados con la costosa e inaudita expedición, pero perseveró y después de 8 años por fin los convenció. Le dieron tres pequeñas embarcaciones cuyos nombres cobraron fama universal, la Santa María, la Pinta y la Niña, y un 3 de agosto 1492, Cristóbal Colón levó anclas y desplegó velas hacia una aventura que solo encuentra parangón en el Viaje a la Luna, casi 500 años después.
Con solo una brújula, las estrellas, y sin otros instrumentos de navegación a su disposición, Colón navegó a ciegas; una vez que las tres naves zarparon, de las Canarias con rumbo al Poniente, estuvieron libradas a su suerte. En la primera semana, la tripulación se mantuvo leal, pero a la tercera semana ya había comenzado a perder la paciencia. Colón nunca perdió la suya y, a pura voluntad y corazón, mantuvo a sus hombres en línea a lo largo de 10 largas y escalofriantes semanas, en medio de reyertas y amenazas de amotinamientos, hasta que un 12 de octubre de 1492 divisaron tierra en lo que hoy conocemos como Islas Bahamas.
Allí la expedición se encontró con la tribu de los Tainos. El primer encuentro entre europeos y americanos resultó bueno y amigable. Los Tainos fueron curiosos y afables. Está documentado que Colón fue enfático al ordenar a su tripulación a que les dispensaran respeto y buen trato. Pero las islas no eran precisamente el Jardín del Edén ya que también estaban habitadas por los Canibas -a quien debemos la palabra caníbales, hoy conocidos como Caribes- para quienes los bebés eran una delicatesen, un "sabroso bocado" de acuerdo a las palabras del reputado historiador Samuel Elliot Morrison. Como en cualquier lugar del planeta y en cualquier época, las poblaciones consistían, podría decirse, en una bolsa en la que se mezclaban los buenos, los no tan buenos, y los malísimos.
Al regresar a Castilla y Aragón, por toda Europa corrió la voz sobre la increíble hazaña del explorador italiano. Al poco tiempo se dieron cuenta de que un Nuevo Mundo había sido descubierto y el Viejo Mundo nunca más sería igual. Colón era un hombre de mar, pero en tierra fue víctima de las maniobras e intrigas que pergeniaron nobles, cortesanos y clérigos -los políticos y burócratas de la época-. Es justamente en los dudosos y egoístas relatos de sus rivales que las modernas críticas a Cristóbal Colón encuentran fundamento. Estos ataques hicieron miserable la vida del explorador hasta hacerlo caer en desgracia con los reyes españoles a quienes había ayudado a ganar un imperio.
Los modernos detractores de Cristóbal Colón señalan que no es ni inimputable ni está exento de responsabilidades. Aseguran que el marino esclavizó nativos americanos y que los vendió en los mercados. Pero la verdad es que no fue ni el inventor de la esclavitud ni de los usos y costumbres de su época que ya estaban vigentes desde mucho antes, y permanecieron así mucho después del Descubrimiento de América.
Tampoco podría imputársele la figura de genocidio. No hubo tal cosa. Por supuesto que hubo atrocidades durante la Conquista, la mayoría de ellas ocurrieron cuando Colón ya no estaba. El hecho de que el mestizaje entre españoles y nativos dio origen a la población americana actual, que hoy es conocida como "latina", refuerza la idea de lo absurdo que es la noción de un genocidio. Simplemente no se producen fusiones entre un pueblo que busca exterminar a otro. Y si bien hoy no es apropiado ni científico hablar de razas, el Día de la Raza grafica mejor este innegable resultado que ese ampuloso Día del Respeto a la Diversidad Cultural que los “progres” impusieron para reemplazarlo.
Es totalmente injusto enfocarse en los supuestos pecados de Cristóbal Colón, como lo es juzgar comportamientos de hace 5 siglos con los estándares actuales. Hay una razón por la cual el marino genovés fue celebrado durante tantos siglos y por la que se han erigido centenares de estatuas, y calles, edificios, escuelas, ciudades y hasta un país llevan su nombre: cuando celebramos a Colón celebramos el arribo y la consolidación de la Civilización Occidental en el Hemisferio Occidental.
Que para algunos no haya "nada que celebrar" habla más de sus compases morales, con los que glorifican imaginarios pasados de civilizaciones de astrónomos que no conocían la rueda aunque omiten el detalle de los sacrificios humanos o el terror ejercido por los más fuertes y civilizados sobre los más débiles y salvajes, que del más grande explorador de la Historia de la Humanidad.