El día de su reaparición en público, Cristina demostró que el tema la preocupa; acusó al magistrado de ser propietario de una firma que también debe balances; además se refirió a las supuestas cuentas de Lázaro Báez que se investigan en Nevada
El día en el que la atención estaba centrada en su regreso a la actividad pública en un acto con la Cámara Argentina de la Construcción (CAC), la prioridad de la Presidenta estaba en otro lado: la pelea con el juez federal Claudio Bonadio por el allanamiento que dispuso la semana pasada en Hotesur, una de las empresas de Cristina Kirchner.
Apenas terminó su discurso de cierre de la 62a. convención anual del sector de la construcción en el hotel Sheraton, la Presidenta pasó por la Casa Rosada y, mientras saludaba a un grupo de empleados que le daban la bienvenida tras su reposo de tres semanas, su cuenta de Twitter descargaba todo su malestar contra el magistrado.
Cristina le reprochó al juez que Mansue SA, una compañía en la que Bonadio figura como dueño del 20 por ciento, debe los balances de los años 2012 y 2013 ante la Inspección General de Justicia (IGJ). "Igualito que Hotesur SA. ¿Algún legislador o legisladora denunciará? ¿Algún juez allanará? ¿Que dirá la prensa independiente?", chicaneó.
En su contraataque, la Presidenta relató que esa empresa, una estación de servicio, está entre las 47.373 compañías que están bajo análisis de ese organismo, el mismo al que Hotesur le debe sus propios balances, y recordó que su empresa había presentado las declaraciones juradas correspondientes.
De esa forma, la Presidenta se sumó en persona a las durísimas críticas que todo su gobierno había descargado contra Bonadio después de que el domingo, y sin firma alguna, Hotesur hiciera un comunicado en la misma sintonía. Esta vez, los cuestionamientos salieron desde la cuenta personal de la jefa del Estado.
Ya durante el acto, y rodeada de los empresarios más influyentes del país, había dado una pista de su malestar cuando apelando a su "intuición femenina", según aclaró, se quejó de que se no difundieran los nombres de los dueños de las 123 cuentas que estaba analizando un juez de Nevada por pedido de los fondos buitre, en su búsqueda de alguna conexión con el empresario Lázaro Báez y su relación con la familia presidencial.
"No tengo información, pero tengo una intuición femenina que me parece que se encontraron con algún otro nombre que no nos quieren dar a conocer", relató, misteriosa. Fue entonces que lanzó la frase más contundente del acto. "A esta Presidenta ningún buitre financiero ni ningún carancho judicial la va a extorsionar", se defendió, en una alusión al frente externo, pero también en un mensaje claro en medio de la pelea del Gobierno con un sector de la Justicia.
Cristina Kirchner volvió ayer con un tono moderado, por lo menos, el que mostró en público, a pesar de las quejas con las que la recibió el presidente de la CAC, Gustavo Weiss. Todo fue en un clima de sintonía. Pero los cruces entre ambos fueron el eje del discurso presidencial.
"Hemos dicho que queremos llegar a un acuerdo, pero sin extorsión ni chantaje", le explicó a su "querido Weiss", como lo llamó cuando punto por punto contestó a sus reclamos, entre ellos, que el Gobierno resolviera el conflicto con "los holdouts". Ni eso le dejó pasar. "Yo soy muy desacatada. Yo le pongo el nombre de fondos buitre", le retrucó ella. "Nosotros tenemos mucho interés en solucionar el frente externo, pero mi querido Weiss. quiero decirle algo. el sistema financiero internacional no está muy dedicado a financiar obras de infraestructura", amplió.
Entre sus reclamos, el anfitrión pidió que el país volviera al mercado de capitales. Mientras el hombre fuerte de la construcción leía su mensaje, Cristina, sentada a su izquierda, miraba de reojo el discurso que tenía impreso sobre la mesa.
Después de elogiarla, en sus pedidos, Weiss enumeró como prioridad "resolver la presión constante sobre los costos", permitir a las empresas "repatriar ganancias", "reactivar el mercado inmobiliario" y un "mercado único de cambios", advertencias que no gustaron nada al Gobierno. "Cristina le perdonó la vida", graficó un empresario enrolado en las filas opositoras después de escuchar ambos discursos y la respuesta presidencial, de tono más bien explicativo.
En su regreso público, la jefa del Estado se mostró relajada y varias veces apeló al humor. "Vieron que yo últimamente tomo vacaciones. En 2012 fue en el Austral; en 2013, en la Favaloro y ahora en el Otamendi", se rió sobre su último cuadro de diverticulitis.
De paso, aprovechó el ámbito de la construcción para resaltar la inversión pública promovida por su Gobierno y les asestó varios golpes a sus opositores. "No vengo acá a buscar votos", se anticipó, casi en tono de despedida, y le recomendó a Weiss y al resto de los empresarios presentes, entre ellos el titular de la UIA, Héctor Méndez, que cuando hablan con los candidatos les pregunten cómo van a financiar al Estado, si proponían bajar retenciones o el impuesto a las ganancias.
Al menos por el momento, la Presidenta pareció congelar cambios en ese tributo. Cuando la presión gremial resuena cada vez más, sobre todo entre los sindicatos afines al Gobierno, ella les aconseja a sus "compañeros trabajadores" cuidar lo que tienen.
ACOTAN LOS VIAJES PRESIDENCIALES
Su regreso será paulatino. El mismo día en el que Cristina Kirchner volvió a la Casa Rosada tras su cuadro de diverticulitis, el Gobierno difundió un parte médico en el que se le recomendó "retomar sus actividades en forma progresiva", por lo que se rediseñó toda la agenda de viajes internacionales. Sólo quedó en pie su presencia en la cumbre de la Unasur, el 3 y 4 de diciembre, en Guayaquil, y la inauguración, el 5, de la sede de ese organismo en Quito. No irá a la cumbre Iberoamericana en Veracruz, México..